Aquel hombre, que talaba ese grande y extraño árbol, no
sospechó que con su último golpe de hacha cortaba el invisible hilo que
sostenía al mundo. Hacia abajo, infinitamente, se descosieron las montañas,
los ríos, el horizonte…
(El árbol —dicen— se mantuvo estático, pero dibujando
nuevas raíces, a la espera de forjar otros mundos…)